«Musicology es fruto de nuestra pasión por Basauri y su gente»

Patricia y Jorge Salgado Calcedo

El entusiasmo por la música que siempre ha destilado Basauri ha encontrado el frasco de las esencias en Musicology Musika Eskola, un proyecto que han puesto en marcha los hermanos Jorge y Patricia Salgado Calcedo.

 

Su academia es una semilla que se proponen hacer crecer incentivando el talento musical de quien se cruce en su camino. El proyecto gira en torno a una idea básica; «somos muy de Basauri, nos gusta mucho nuestro pueblo, su gente y nos han recibido genial», explican.

Musicology ofrece una forma innovadora de enseñar música, de disfrutar con ella, de jugar y ensayar, de tocar y cantar. «Queremos ofrecer otra forma de aprender música, que sea divertida, un juego lúdico». Su oferta lo dice todo. Además de las tradicionales clases de piano y guitarra, en la academia se pueden encontrar instrumentos como ukeleles, bajos, contrabajos y guitarras eléctricas, baterías y trompetas entre otros. Incluso una innovadora modalidad de teatro musical.

Patricia Salgado es una mujer divertida, un torbellino de ideas, de actividades, de propuestas. Suyo fue el germen el proyecto. Un domingo de hace dos años durante una comida en casa de sus aitas con su hermano Jorge, propuso casi sin pensar: «¿Y si montamos una academia de música?. No hay nada de estilo moderno y rockero en el pueblo», apuntó. Aquel comentario pasó casi inadvertido aquel día porque ella estaba a punto de cumplir su sueño de entrar a formar parte del equipo docente del colegio Basauri, donde había estudiado e impartido clases extraescolares de música durante años. Su hermano Jorge, un economista que trabajaba desde hacía una década en una oficina de seguros y llevaba años tocando como músico aficionado en bandas locales, cogió la idea al vuelo y al día siguiente, sorprendió a su hermana.

– Oye Patri, ¿y si miramos lo de la academia?.
Ella casi había olvidado la idea porque tenía «clarísimo» desde niña que quería dedicarse a la enseñanza. Estudió piano y Magisterio y estaba volcada en trabajar con niños y niñas. Lo hizo en Bilbao, en actividades extraescolares, en el conservatorio, pero siempre dando clases.

Cuando Jorge abrió la puerta a estudiar la idea, empezó a hacer preguntas y esbozó los primeros números, el proyecto empezó a fluir. «Recuerdo la primera vez que fuimos a Behargintza. Salí pensando; «¡no nos han dicho que no, les parece interesante, todo han sido ánimos!», exclama. Y eso que para los dos hermanos suponía dejar atrás empleos estables y satisfactorios. Pero lo que se abría ante sus ojos era mucho mejor; un proyecto propio.

 

Una dosis de realidad

La ilusión era muy fuerte, pero sufrió el primer envite de realidad. «Cuando le pusimos números a esta historia, nos dio un poquito de bajón», reconocen los responsables de Musicology Musika Eskola. Confiaban en el tirón de Patricia, que tras una larga experiencia como profesora, podía llevar a la nueva academia a parte de su alumnado, pero cuando el proyecto empezó a tomar forma, el papel de Behargintza fue, una vez más, fundamental. «Nos ayudaron con la insonorización del local, que es importantísima, poniendo a nuestra disposición un arquitecto que nos orientó», recuerda Jorge. Las tutorías y los cursos de formación fueron un pilar básico para poner en marcha la idea, responder a las dudas, soportar las largas esperas, superar los trámites y enfrentarse a la burocracia, que a veces enquistaba los avances. «Eso fue lo más estresante, hasta que por fin, pudimos abrir», explica Jorge. Las preguntas se agolpaban y las respuestas llegaban de la mano de Berhargintza. «Nos hicieron sentir muy cómodos», aseguran. Ahí encontraron soluciones a sus dudas de marketing, legislación, a los requisitos para hacer la obra o abordar los contratos de las nueve personas que forman parte de Musicology. Era el mes de septiembre de 2019 cuando por fin, «arrancamos con más de 80 alumnos. Estábamos muy contentos».

Todo rodaba por fin, pero en marzo del año pasado, la situación dio un vuelco en el mundo entero, cuando se desató una pandemia. «Yo creo que ha llegado para frenarme un poco porque si fuera por mí, hubiera puesto en marcha hasta el curso de ukelele para gatos que anunciamos en la puerta», ríe divertida Patricia. «La pandemia es un reto más», asegura Jorge. El curso terminó con algunas clases on line, otras presenciales, con mascarillas y protocolos de limpieza agotadores, sin actuación final como estaba previsto, pero con un balance satisfactorio porque para gran parte del alumnado, las clases de música «supusieron una vía de escape» durante el confinamiento. También hubo clases intensivas en verano. «Hubo quien se acordó de la guitarra que tenía olvidada en casa y decidió volver a tocar», recuerdan.

El segundo curso mantiene la línea ascendente del anterior, con casi el doble de alumnado y más mascarillas, pero eso no ha impedido que el futuro se llene de proyectos. Se disponen a ofrecer clases para promover la creación de bandas a nivel local y a ampliar la oferta de extraescolares en los colegios.